viernes, octubre 13, 2006

"Mar y Cielo" atraca en la Gran Vía


Un galeón tripulado por 11 temibles piratas aborda una nave valenciana en el Mediterráneo. Lo hace casi dos décadas después de que zarpara la primera producción de Mar y Cielo.

En 1988 pocos apostaban por una fórmula escénica que tan sólo 10 años después se convertía en moda y, tras otra década, en cantera de trabajo gracias a la especialización de escuelas y creación de factorías. Los transgresores responsables de Noche de San Juan, Glups! y El Mikado, se entregaron a la aventura de poner en marcha el primer musical de producción 100% nacional, que desembarcó en 1989 en el Teatro Albéniz, donde estuvo varado durante cuatro meses.

El público es más receptivo ahora, aunque no se quejan de la trayectoria de este amor imposible a partir de un drama histórico de Ángel Guimerá ambientado en el siglo XVII, 20 años después de la expulsión de los musulmanes del reino (300.000 en pocos días de 1609). La pasión surgida entre Saïd y Blanca aboga por la difícil integración de civilizaciones, algo que dota al musical de vigencia y acucia su lado didáctico.

Inteligente faceta de Dagoll Dagom, la de fomentar la asistencia juvenil con funciones escolares, ya que además de encauzar una incipiente afición, ganan futuros espectadores. Muchos de los niños que canturreaban las canciones del primer Mar i Cel son hoy maestros que llevan a sus alumnos al teatro a ver el impresionante navío de 9 metros de alto, 3 de ancho y 10 de eslora, una pieza real de exposición en el Museo Marítimo de Barcelona.

La mítica compañía quería festejar de manera especial sus primeros 30 años en escena y para ello nada mejor que convertir en pastel su producción más conocida y celebrada, "un canto ingenuo a la tolerancia y la comprensión" . La primera temporada, en catalán, se saldó con 4 Premios Max y cerca de 1.000 representaciones desde 2004. Afrontan la segunda con un equipo de actores y músicos renovado. La representan en castellano por motivos obvios, pero también cumpliendo la cuestión lingüística y cultural que siempre han defendido, con encargos a traductores ilustres como Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma, y la firma, en este caso, de Guillermo Ramos, Premio Nacional de Traducción.

El arco temporal se cierra con una versión que recupera artistas del montaje originario, como Carlos Gramaje, aunque en los roles ha influido el inexorable avance de la edad. La que le enamora es Julia Möller, que aparca las representaciones londinenses de Los Miserables y vuelve al Broadway madrileño cambiando de acera, ya que fue uno de los rostros de La Bella y la bestia y El fantasma de la ópera. Los protagonistas, entre los que destacan Víctor Ullate y Carlos Álvarez, se han curtido en el teatro de texto, la zarzuela, la ópera y los musicales.

Una orquesta de 30 músicos, en dos formaciones, y varios acróbatas –entre los que hay hasta un gimnasta olímpico, Raúl Grau- contribuyen a levantar cada tarde el telón en el Teatro Gran Vía de Madrid. Una buena oportunidad para ver navegando, sin zozobrar, a una de las compañías más solventes y atrevidas de nuestra tradición escénica.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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