Paródico y sentimental es el vistazo que echa Stephen Frears a las dependencias del Palacio de Buckingham después de la tormenta que supuso la muerte de Lady Di en 1997.
Un curioso retrato contemporáneo que se tilda también de valentía al establecer ciertos lazos entre la casa real tutelada por Isabel II y los acontecimientos políticos y sociales que se sucedieron tras aquel acontecimiento.
Vuelve a casa un antimonárquico declarado que a sus 65 años se vanagloria de haber trabajado en diferentes frentes: ha hecho comedia con tinte social (Mi hermosa lavanderíA, Café irlandés, La camioneta), ha rebuscado en intrigas palaciegas a partir de lo escrito por Choderlos de Laclos y consigue como pocos aportar una mirada bastante sutil a los problemas del siglo XXI, como la inmigración ilegal en Negocios sucios. La cintas de este estilo las desarrolla en su terreno, en su Gran Bretaña natal, donde juega con elementos que conoce bien como la crítica ideológica y la ironía constructiva, mientras se evade con historias más frívolas en sus escapadas a EE.UU. donde ha rodado, entre otras, el western moderno Hi-Lo Country y la atractiva Alta fidelidad.
Si hay un área en el que Frears se siente seguro es en el de la política actual un nexo más de conexión con su compatriota Ken Loach, formado como él en la televisión de los 60 y 70. En Gran Bretaña se conocen muy bien sus trabajos para la pequeña pantalla, como The deal en el que presenta a Tony Blair en su carrera hacía el liderato del Partido Laborista, un personaje para él con más defectos que lindezas. En su último trabajo de ficción también ha querido hablar de otras ‘amistades peligrosas’, las de Blair con la reina de una institución que en su opinión cambiará cuando Isabel II ya no esté.
Lo correcto sería apuntar que The Queen trata acerca de ésta y otras relaciones en un ejercicio de cine inédito hasta el momento porque el de la monarquía es un tema tabú, en la isla británica, aunque más en Inglaterra que en las regiones colindantes. Levantando suspicacias durante su preparación, Frears, inteligente y mordaz, se divertía al afirmar que no estaba ante su película más política, pero sí la que contenía más políticos. Y un dato curioso nos lleva a la fotografía empleada: el responsable de Héroe por accidente y Mary Reilly ha querido resaltar el aire magnánimo de la que ocupa el trono real rodando las secuencias en las que aparece en 35 milímetros, confrontados, estilística y metafóricamente, a las imágenes de Tony Blair, en 16 mm.
Quizá porque resalta el lado más humano de una reina con carisma y criticada a partes iguales, la cinta ha levantado mucho revuelo dentro y fuera de sus fronteras. En lo que no hay duda es en que el grito es unánime al hablar de la interpretación de Helen Mirren. La actriz se alzó con la Copa Volpi en el pasado Festival de Venecia, incrementando los premios a su carrera como majestad: esta londinense, nacida en 1945, parece ya una experta en este tipo de papeles ya que apareció como reina en La locura del rey Jorge y en 2005 protagonizó la miniserie Elizabeth I, galardonada con 9 premios Emmy.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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