Alegría es otro de sus viajes oníricos por mundos fantásticos. Itinerarios repletos de referencias reales, aunque lejanas en el tiempo, por el que nos conduce el hechizo que provoca el excelente manejo de la luz y el sonido.
Entramos en su territorio: el Grand Chapiteau es su casa, una gran carpa sobre 20.000 metros cuadrados. En esta ocasión acoge el que quizá es el más circense de sus montajes, al menos en cuanto a temática se refiere. Los canadienses recuperan una de sus más queridas obras, un homenaje al mundo de la tramoya mezclado con el espíritu de la familia.
53 artistas de una veintena de nacionalidades recrean el sueño envolvente cada noche. Tres de ellos participaron en el primer Alegría, que data de 1994, y desde entonces han representado la obra durante los 12 años que ha durado una gira mundial que pronto se dará por concluida. Despiden de los escenarios un montaje donde reyes, poetas y payasos conviven de la misma forma que lo hacían quienes, con sus carromatos de ilusión, recorrían los caminos de la vieja Europa.
Con Dralion mostraron el mestizaje, la leyenda, la fuerza de Asia y África y la mitología de los cuatro elementos de la naturaleza. Dos años después regresan a la capital con un montaje que fusiona jazz, pop, tango y klezmer, el sonido de los juglares ambulantes. Alegría fue su tarjeta de presentación en 1998 y su re-estreno ratifica el carácter itinerante del espectáculo con que iniciaron a los profanos en el mundo de los sueños.
Conquistaron a grandes y pequeños, crearon afición a una manera de concebir la escena a medio camino entre el espectáculo de circo, el drama teatral y el concierto de música. Dejaron tan buen sabor de boca en Madrid que no podían hacer otra cosa que programar Quidam y Saltimbanco. Pero el que ahora se repone supuso un hito en los 22 años de historia de esta factoría de imágenes y sonidos envolventes.
Más de 9 millones de personas han disfrutado de Alegría, una metáfora al plantear una lucha artística entre dos órdenes: uno más clásico que recuerda a la corte de Versalles en el siglo XVII, poblada por viejos pájaros pendientes de intrigas y sucesiones, y otro etéreo, representado por nínfas y bronx, la nueva generación encargada de cambiar el mundo. Una historia ilustrada con números de trapecios, trampolines, contorsionismo, barras y malabares.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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