viernes, marzo 09, 2007

Amelia Ochandiano acierta con La casa de Bernarda Alba

Una nueva lectura, el mismo texto. Tras un año de gira recala en Madrid el último y más esperado montaje sobre uno de los puntales dramáticos de Federico García Lorca.

El 19 de junio de 1936 terminó de escribir lo que acabaría siendo bastión de nuestro teatro tan sólo tres meses antes de ser asesinado en el granadino Barranco de Víznar. El que llegó a presagiar su pronta muerte ("mi corazón reposa junto a la fuente fría") apenas tuvo tiempo de verla en escena.

"A él le hubiera gustado esta versión", aseguraba María Galiana unas horas antes de "estrenar" en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, donde permanecerá hasta el día 25 de marzo. La sevillana es una de las 10 actrices que personifican la palabra de Lorca en esta producción de Teatro de la Danza, compañía referente en los últimos 25 años de la escena española y responsable de éxitos como El verdugo, La gaviota y Las bicicletas son para el verano. Galiana no ha tenido que enfrentarse a su "primera vez": hace 15 años dio vida a La Poncia en el Centro Andaluz de Teatro, por lo que resultaba cómoda su vuelta a los escenarios con un personaje "maravillosamente contradictorio".

El de ella es un bombón, confiesa Amelia Ochandiano para quien este montaje se mueve entre los parámetros de la sencillez, el simbolismo y la contemporaneidad. Es una nueva lectura, que no revisión, de un clásico de estudio obligado para la mitad de los estudiantes de Secundaria y, por tanto, bastante conocido por las dos últimas generaciones. Pero el teatro es prosa para ser representada y no crean que este "drama de mujeres en los pueblos de España" sube a las tablas con tanta frecuencia como debiera, siendo una obra de repertorio.

Hay cientos de tesis acerca de la sensibilidad femenina del autor: la manera en que retrata el anhelo de la maternidad en Yerma; el deseo y los celos en Bodas de sangre; la dominación, la opresión y la falta de libertad de la mujer en La casa... Tanto interés por destacar el lado femenino ha dado lugar a etiquetas que han hecho mucho daño al texto, una de ellas, la de "teatro de mujeres". Nadie duda de que lo es, asegura Mónica Cano, pero no debemos acotar una obra maestra que se acerca a los conflictos eternos y universales desde la cercanía de lo cotidiano.

Lo que más interesa de la acción es lo que se esconde en la prisión interior de cada una de ellas, lo que ocurre dentro de los muros de esa casa en un pueblo sin río donde todo el mundo bebe el agua con temor de morir envenenado. Destaca Ruth Gabriel, otra de las actrices, que el drama no se presenta en bloque, ahondando en cada una de las hijas de esta mujer autoritaria de manera diferenciada. Durante los ensayos jugaron a las rebeliones, a buscar paralelismos con una sociedad dominada por una dictadura, en la que todos sus individuos tienen un frente común, acabar con ella, aunque con armas distintas.

Esta Bernarda sencilla y sin adornos no pretende revolucionar. La pieza tiene para la directora una excelente carpintería teatral: todos los personajes evolucionan y se expresan con un lenguaje inusual, dramático y poético. No ha sentido la necesidad de añadir nada al texto que pudiera deformar el mensaje. Sólo quería disfrutarlo y que nosotros lo hiciéramos con ella y sus diez mujeres, las de Lorca.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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