La formación, Premio Nacional de Teatro 2005, colabora con el Centro Dramático Nacional y sustenta en la 'locura lúcida' el montaje sobre la mítica obra de Peter Weiss.
Los creadores de Últimas palabras de copito de nieve y Hamelin entran en la programación del CDN por la puerta abierta a compañías privadas 'con cosas que aportar y fieles a la línea de compromiso', en palabras de Gerardo Vera. La Fura dels Baus, con Metamorfosis, y Miguel Narros, con Así es (si así os parece), ceden el testigo a este grupo de intérpretes-creadores que miran las mismas cosas con ojos nuevos.
Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representado por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo la dirección del señor de Sade. Bajo ese título se esconde el libreto donde Weiss filosofa acerca de la realidad y el peligro, la revolución y la enajenación, la política y el sexo... En definitiva, dos posturas enfrentadas, las de Marat y Sade, y una función para hacer sin seguro, sin barandillas: hay que quitarse el suelo bajo los pies para poder mezclar razón y locura, y moverse entre el miedo, que da paso al terror y sus consecuencias, y la esperanza.
Adolfo Marsillach montó la obra en medio de un clima de tensión que requería un compromiso total. Después de aquel 68 en el Español llegarían Peter Brook, Miguel Narros y ahora, Andrés Lima. Ninguno ha dejado títere con cabeza cuando ha puesto en escena la obra de Weiss: 'él lanzó una piedra desde 1789 que llegó hasta los 60 y nosotros queremos que rebote y llegue hasta nuestros días'. Para ello ha deconstruido y contemporaneizado la reescritura hecha por Alfonso Sastre, optando por una comunicación clara, directa y sencilla, obviando lo oscuro y partiendo del concepto de 'teatro total' y la creación colectiva. Así el texto escapa a interpretaciones exclusivas para intelectuales o teatreros.
Estamos ante un juego de espejos: actores que hacen de enfermos que montan una obra de teatro en un psiquiátrico... Siempre utilizamos la locura para descalificar pero no se emplea para reivindicar las utopías. Pedro Casablanc, que interpreta a Marat, destaca que por encima de todo está la libertad creativa absoluta en un entorno ideado por Lima: 'nunca sabes donde están las barreras y no tener asideros claros puede ser mortal para un actor metódico, aunque trabajar en ese vértigo y romper con los convencionalismos se convierte en un reto'. Se refiere al espacio para la improvisación que contempla Lima, dejando claro que el caos y la provocación pueden dilucidar un mensaje concreto.
En la obra intervienen 16 actores, entre ellos Miguel Rellán, Nathalie Poza, Lola Casamayor y Alberto San Juan, quien considera que se han aplicado los principios revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad al montaje, contribuyendo a que el valor más importante sea el del conjunto del pueblo, todos los que están sobre el escenario. Entre tanta libertad, la composición musical se inspira en la acción, pudiendo haber sido creada 'in situ' por los pacientes. Ésta además bebe de la perversión de The Velvet Underground, la locura silenciosa de Eric Satie y las cualidades rotas de Tom Waits.
En esa atmósfera contagiosa de locura y lucidez se establece una metáfora donde pululan represores y reprimidos. Estos son los papeles que adoptamos en nuestra sociedad donde, como demócratas, somos co-responsables de todo lo que ocurre: lo bueno y lo malo. Volvemos a nuestra celda carcelaria, a nuestro aposento en el manicomio, pero antes le preguntamos a Lima si el teatro sirve como terapia: 'si vale de terapia para nosotros, que estamos bastante enfermos, para todos los demás también, siempre que no exista la pretensión de curar a nadie'.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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